En
la Feria Internacional del Libro de Lima pasada, me compré la primera novela
publicada de Iván Bolaños, Los cristales de Vuhran. El Athyrant (2009).
Me hizo mucha ilusión encontrar novelas peruanas de ciencia ficción y fantasía,
así como editoriales que apuestan por ellas. Por ello, sin dudarlo compré este
libro. Incluso casi me animo a comprar la continuación del mismo, que también ya ha sido publicada. Hasta ese momento,
debo admitir, nada sabía sobre el autor o su obra.
Hace
dos semanas comencé a leer esta novela con las expectativas a tope. Esperaba
encontrar, al menos, una narración simpática e interesante. Es lo mínimo que
podía esperar, pensé. Para entonces ya había averiguado que el libro era algo
conocido. Incluso sabía que había sido incluido dentro del plan lector, por lo
que muchos adolescentes lo habrían leído como parte de sus lecturas escolares.
La buena reseña que hizo Hans Rothgiesser, otro novelista peruano de este género, fue un aliciente más
para darle prioridad a esta lectura.
Lamentablemente,
el libro se me cayó de las manos. No pude leer más de cuarenta páginas. En
primer lugar porque la narración carece de atractivo. Para cualquier lector
avezado, esta lectura proviene de un escritor sin mucho oficio. Mejor dicho, de
un escritor en ciernes. En segundo, y último lugar, la historia es poco
verosímil. Los treinta mil sobrevivientes que empezaron a construir una nueva
ciudad, que incluían a cinco mil esclavos, lograron en quince años construir su
capital, la ciudad de Únthea. Esto no sería muy extraño si no fuera por las
proporciones monumentales que tiene dicha ciudad:
“Estaba
dispuesta sobre la base de tres anillos concéntricos delimitados por murallas
muy altas, que constituían una eficaz defensa contra cualquier agresor. Las murallas
del primero anillo (…) de cerca de nueve lakets, eran las más altas y protegían
las casas de los artesanos, los artistas y los comerciantes. (…)Dentro del
segundo, delimitado por paredes un poco más bajas, se ubicaban las residencias
de los nobles y las familias más ricas de Únthea. (…) Finalmente, tras el
tercer anillo, con murallas de seis lakets –la altura de seis hombres-, se
levantaban majestuosas dos construcciones principales. La primera de ellas, el
palacio del atlantur, era una obra maestra de la arquitectura: un edificio de
forma hexagonal rodeado por hermosos y extensos jardines. (…) El segundo
edificio era la cámara sagrada atlanat, una soberbia construcción (…). Se
elevaba muy por encima del resto de las edificaciones, a veinte lakets de
altura, y contaba de una estructura de base octogonal que ascendía con una
ligera inclinación hasta alcanzar un plano elevado, también octogonal pero de
menor superficie, coronado por una cúpula.” (Bolaños, 2009: 15-16)
La ciudad descrita en la cita anterior no pudo ser
construida en 15 años por treinta mil personas, si es que se contempla que
todos los sobrevivientes se dedicaron a tal labor, lo que sería también otro
imposible. ¿Quién se dedicaría a las distintas actividades económicas que
permitirían la sobrevivencia de la población? Tan solo la cámara sagrada
atlanat hubiera requerido su construcción quince años por una cantidad de
trabajadores similar o mayor a la totalidad de sobrevivientes. Especialmente si advertimos la monumentalidad de sus dimensiones y acabados. Si tomamos
en cuenta que un laket equivale a 170 centímetros, que es la medida promedio de
un ser humano, la cámara sagrada tendría 3400 metros de altitud. Esto equivale
a un edificio de trece pisos de alto aproximadamente.
Entonces,
si todos se dedicaron a construir este edificio principal, ¿quién se dedicó a
construir el resto de casas y edificaciones? ¿Quiénes construyeron esas
murallas externas de poco más de seis pisos de altura? Especialmente la duda surge
si se trata de un grupo humano que es trasplantado –literalmente- de un lugar a
otro sin ningún tipo de pertenencia o herramienta tecnológica. Por lo que
prácticamente tuvieron que empezar su sociedad desde cero.
A
pesar de estas críticas hay que reconocer que Iván Bolaños es un pionero de la
literatura de ciencia ficción y fantasía en el país. Gracias a su impulso y al
de la editorial que lo publicó, se está generando un espacio interesante para
este género, que puede ser aprovechado por otros autores. Lastimosamente, también
es una muestra de la falta de competitividad que tiene este género en el Perú,
que deviene en una relativa calidad narrativa. Espero que esto pronto se
solucione en el futuro con nuevos y mejores autores. También me gustaría leer
nuevas obras de Bolaños pero que no tengan relación con esta saga.
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